Relato | Quiero que sientas



Sophie estaba en su cama, todavía se desternillaba de risa, su cerebro repetía las palabras que le había dicho hacía unos minutos: "Si tus sentimientos no me quieres mostrar, tu piel los ha de revelar", sin duda alguna era lo más gracioso que le había pasado en meses. Ella no solía burlarse de la gente, de hecho, ni siquiera delante de él mostró sus ganas de reír y aunque para ella era una señal de educación, para Roger era insensibilidad y falta de respeto. 

Sophie y Roger comenzaron a salir tres meses atrás, ella creía que les iba bien en la relación y aunque Roger le parecía un muchacho un poco extraño, a ella le gustaba eso, de él le llamó la atención su aire misterioso. Era gótico y ella vestía como gótica también porque pensaba que combinaba más con su personalidad. 

La madre de Sophie le enseñó a no demostrar nunca su tristeza, su disgusto o su alegría. Le enseñó que: si estaba triste sus enemigos se regocijarían con su sufrimiento, si demostraba molestia podía molestar todavía más a los demás o serviría para señalar sus puntos débiles y si se mostraba feliz las personas que la envidian arruinarían su felicidad. Puede sonar absurdo, pero si creces bajo esas enseñanzas te puedes volver en una persona en apariencia fría y sin sentimientos. Constantemente tenía dificultades por su forma de ser, por eso se refugió en la ropa negra, sabía que la gente justificaría su "frialdad" por ser de una tribu urbana y no la acusarían constantemente de tener problemas psicológicos, pero no siempre era así, no siempre se salvaba de críticas y de ser señalada.

Con Roger se sentía realmente feliz, pero, por supuesto, no lo demostraba, tampoco demostraba su amor, celos o tristeza y Roger interpretaba todo eso como falta de interés. La gota que derramó el vaso fue ese mismo día, quedaron después de clases para comer un helado y Roger le dió una noticia, Sophie sospechaba que solo quería provocarla. 

—Tengo algo que contarte —dijo Roger, continuó cuándo vio que ella le prestaba atención—. Samantha me ha estado escribiendo, quiere volver a verme, he estado pensando que podría aceptar, solo para ponernos al día. —Terminó de decir Roger, observando atentamente su expresión. Samantha era su ex, Sophie sabía que fue y tal vez seguía siendo el amor de su vida, sintió que el alma se le caía a los pies y a la vez muchas ganas de golpear a Samantha, quería gritarle que no, que él era su novio y ella solo su ex, un capítulo pasado de su vida, pero ella sabía que ser sincera solo traería problemas. 

—Que bueno, espero que la pasen bien los dos —dijo Sophie, tratando de no mostrar interés, pero casi pierde la compostura porque Roger golpeó la mesa y se levantó de un golpe de su silla obligándola a dar un respingo del susto. 

—¡Lo sabía! ¡Sabía que te iba a importar una mierda! —gritó Roger apuntándole con un dedo, Sophie estaba asustada y muy molesta, todos en la heladería dejaron sus conversaciones de lado para presenciar el espectáculo que estaba ofreciendo Roger, pero ni siquiera en ese momento lo pudo demostrar— ¿Sabes qué? Nos va a ir muy bien en nuestra cita ¿Sabes por qué? Porque ella no es una loca sin sentimientos como tú —espetó un Roger colérico que ella no conocía, por dentro ella estaba llorando, por fuera impasible. 

Roger se dió la vuelta para irse, pero cambió de idea y se encaró a ella y pensó un momento lo que iba a decir. 

—Si tus sentimientos no me quieres mostrar, tu piel los ha de revelar —dijo Roger con las palmas de las manos y los dedos apuntando hacia ella, como si le estuviera haciendo un hechizo y acto seguido salió de la heladería mientras todos lo demás clientes reían sin parar por lo que acababan de presenciar, ella también rió mucho, pero solo cuando llegó a su casa, bajo la seguridad de sus cuatro paredes y su techo, donde nadie la podría lastimar. 

La risa le dio paso al llanto, Sophie intuía que semejante ataque de risa solo podía ser por una profunda tristeza, tantos años y tanto dolor para aprender a no mostrar sus sentimientos ¿Para qué? Ahora su novio pensaba que no lo quería y que no tenía sentimientos y claro que los tenía, desgraciadamente los tenía. 

Sophie lloró hasta quedarse dormida, soñó con Roger, que una despampanante Samantha se lo arrebataba en la heladería llena de gente mientras todos se reían en su cara, Sophie empezaba a llorar y todos reían con más fuerza, entonces la Sophie de sus sueños dejó de llorar para enfrentarse a todos, les gritaba molesta y dejaron de reír para empezar a golpearla con el rostro desfigurado por la ira. Sophie despertó asustada, con el corazón latiendo con fuerza, los rayos del sol que se colaban por la cortina le hicieron saber que ya había amanecido. Se levantó y caminó pesadamente hasta el baño, le costaba ver porque aún tenía los ojos hinchados por haber llorado tanto, mientras se cepillaba los dientes algo llamó su atención en el espejo del lavamanos y levantó la cabeza, se atragantó con la crema dental que tenía en la boca y casi vomita, cada milímetro de su piel estaba teñido de azul marino, tenía que ser una broma, casi se desmaya cuando empezó a notar que su piel cambiaba de azul a verde. Tomó la esponja de la ducha y se restregó los brazos con fuerza con jabón, el corazón se le iba a salir del pecho, no solo la tinta no salía, parecía que el verde era el color natural de su piel, se extendía por toda su piel pero ningún vello ni sus uñas habían cambiado. 

—Te voy a matar —dijo Sophie al mismo tiempo que cambiaba a rojo. 

Sophie salió de su casa hecha una furia, más adelante se arrepintió de no haber pensado con más claridad, con toda la rabia no se le había ocurrido cubrirse la mayor cantidad de piel posible. 

Cuando Roger abrió la puerta no se esperaba encontrarse a Sophie ahí, mucho menos en esas condiciones. 

—¿Qué clase de broma es esta? Dime cómo diablos me quito esta tinta —preguntó Sophie calmada, pero por dentro llena de odio hacia Roger. 

—Tu piel es roja. 

—¿Y crees que no lo sé? Una cosa es tener la piel pintada de un solo color, la gente podría decir "oh, mira, alguien le hizo una broma a esa chica", ¡pero yo vengo todo el camino cambiando de color! ¡Parezco un estúpido semáforo! Dime que me echaste, entraste a mi casa mientras dormía y me rociaste con alguna tinta mágica, es eso ¿Verdad? —Roger negó con la cabeza. 

—No lo puedo creer, yo solo te quería asustar, pensé que el hechizo era una broma o algo. —Roger abrió los ojos como platos— ¡Estás cambiando a verde! —dijo mientras se llevaba las manos a la boca con asombro—. Oh, ya estás roja de nuevo. 

—Espera, ¿me estás diciendo que me lanzaste un hechizo de verdad? 

—No lo sabía, solo te quería asustar. Sophie, mírate, ni siquiera después de eso me demuestras lo que sientes, supongo que el rojo significa que estás molesta —dijo Roger, Sophie notó que estaba asustado—. Espera un momento. 

Roger volvió a salir al cabo de unos segundos con un suéter en la mano —Toma, póntelo, llamarás menos la atención. 

—Gracias, supongo —dijo Sophie y enseguida preguntó—. ¿A dónde vamos?

—A la biblioteca, manzanita. Oye, te pusiste amarilla, olvídalo estás roja de nuevo. 

Cuando llegaron a la biblioteca Roger la dirigió a una sección en el fondo y le hizo saber el color actual de su piel, era verde. 

—No sabía que hay libros de hechizos en la biblioteca pública —comentó Sophie con curiosidad. 

—Estás azu...—Comenzó a decir Roger, pero Sophie lo interrumpió. 

—¿Puedes parar? Por favor. 

—Lo siento, pensé que querrías saberlo y no sé si hay libros de hechizos en la biblioteca, el libro donde encontré el hechizo está escondido por aquí —dijo Roger encaramado en las repisas mientras tanteaba con la mano en lo alto del mueble—. Tiene que estar por aquí, vengo con Fred y John a leerlo de vez en cuando, no pensé que era real, lo hacíamos por diversión —dijo Roger, Sophie percibió vergüenza en su voz. 

—Descuida, sé que no lo habrías hecho si hubieras sabido que funcionaba, entiendo lo frustrante que debió ser para ti haber sido mi novio. 

—¡Lo tengo! Aquí está —dijo Roger agitando un pequeño libro por encima de su cabeza, Sophie se lo arrebató de la mano, estaba muy gastado, le faltaba la portada y algunas páginas, Roger se lo volvió a quitar de las manos y buscó entre las páginas. 

—Aquí está, si tus sentimientos no me quieres mostrar, tu piel los ha de revelar —dijo Roger señalando una página. 

—¿Qué más dice? ¿Cómo se deshace? —preguntó Sophie, dando saltitos para ver por encima de su hombro, la mirada de Roger se lo dijo todo, parecía que sus ojos le pedían perdón y ella sintió que todo se derrumbaba a su alrededor—. ¿Ahora que voy a hacer? Dudo que pueda tener una vida normal, tal vez si pido trabajo en un circo… 

—Es sencillo, tu piel cambia de color de acuerdo al sentimiento que estés experimentado, si los exteriorizas tal vez se rompa el hechizo. 

—Ok, me quedaré así entonces, gracias. 

—¿Es tan importante para ti parecer dura?

—Tú no lo entiendes, Roger. —Sophie salió corriendo de la biblioteca, atrayendo todas las miradas. 
 
Roger tuvo que pedirle el auto a su padre para buscar a Sophie, ya se había hecho de noche y la encontró de casualidad en el mirador de la ciudad. 

—Dime qué es lo que tengo que entender, Sophie —dijo Roger a la espalda de ella. 

Sophie no respondió y él se sentó a su lado. 

—Wow, es impresionante —dijo Roger cuando se dió cuenta de la vista que tenía en frente, desde allí se podía ver toda la ciudad iluminada en la noche. 

—Siempre vengo cuando necesito pensar, me relaja poder ver todo lejos, es como si dejara mis problemas allá mientras yo estoy aquí. Disculpa, es una tontería —dijo Sophie, hablaba suave, como en un susurro. 

—No es una tontería. 

—Venía siempre ¿sabes? Cuando tenía problemas con mi madre. Te mentí un poco, ella no me enseñó a ser como soy "por mi bien" como te dije, ella me odiaba Roger. Mi padre la abandonó cuando la embarazó, ella me culpaba a mi. Siempre estaba drogándose y su pasatiempo favorito era verme sufrir, si me veía feliz o me escuchaba reír me golpeaba porque no merecía la felicidad, si yo me molestaba me seguía golpeando, solo para demostrarme que ella era más fuerte y si me veía desdichada ella era feliz. Yo me obligue a no demostrar más mis sentimientos. Lo hace desde que nací, te podrás imaginar que después de tantos años ya soy toda una experta. 

—Oh, Sophie, lo siento tanto, perdóname por favor —dijo Roger dulcemente, secando las lágrimas que recorrían el rostro de Sophie—. Estás llorando, Sophie y ¡Mira tu piel!

Sophie sonrió tímidamente, no había sido tan difícil. Roger la abrazó con fuerza y la besó como nunca nadie la había besado. 

—Perdóname, por lo del hechizo. —Le pidió él. Sophie puso un dedo en sus labios. 

—Si no lo hubieras hecho nunca me habrías visto sonreír por ti. 

-LilianaG



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Relato | El Relicario



El agua no era muy profunda, Sam podía ver sus pies más blancos por el efecto del agua. Se sentó en una piedra en la orilla del río y trató de divisar algún pez, pero un destello dorado atrajo su atención. Se levantó con cuidado y se dirigió hacia él, apenas lo vio supo lo que era, un relicario, parecía de oro y muy antiguo. Sam lo sacó del agua y lo secó, esperaba que su contenido no estuviera mojado también. Lo abrió y sintió una punzada de decepción, no sabía lo que se esperaba, pero tal vez algo más emocionante. En su contenido estaba la foto de una mujer muy hermosa. Ese día llevaba unos pantalones cortos sin bolsillos, así que se guindó el relicario en el cuello. Ese día Sam no consiguió ningún pez.





Sam llegó a su casa apesadumbrado, imaginando conversaciones con su esposa y eligiendo la mejor manera de contarle que fracasó en la búsqueda de la cena, era una buena mujer, seguro lo entendería, pero a Sam no le gustaba decepcionar a Rocío.


—Por fin llegas —le espetó su mujer apenas puso un pie en el umbral, a Sam esto le sorprendió, no era tarde aún y ella no acostumbraba a tratarlo de esa manera.


—Disculpa, cariño, estuve tratando de pescar algo pero no vi ningún pez —dijo Sam sin saber si molestarse con su esposa por su actitud tan hostil o intentar calmarla, optó por lo segundo, le puso una mano en el hombro.


—¡Suéltame! No quiero que me vuelvas a tocar —le dijo Rocío mientras se iba hecha una furia a la habitación de ambos.


Tres días después Rocío lo abandonó, pensó que tendría un amante y quiso justificar su partida. Sam no quería pensar en el miedo que se extendía por toda su mente, trataba de acallarlo, pero cada vez era más difícil, la relación con su esposa no fue la única en romperse, sus amigos no respondieron más a sus llamadas y perdió su trabajo.


Una mañana a Sam se le ocurrió una idea que acabaría con dos problemas a la vez, su despido y su incapacidad de encontrar un nuevo trabajo lo estaban dejando sin sus ahorros, pronto no tendría ni para comer. Vendería el relicario, sabía que era una tontería, pero no dejaba de culparlo por sus desgracias, después de todo, al momento en el que se lo puso todo empezó a andar mal.


—¿Estás seguro de que lo quieres vender? Parece muy antiguo y valioso —dijo Raúl, el dueño de la tienda.


—Sí, estoy seguro, no es importante para mí y necesito el dinero —respondió Sam, mientras recibía feliz el fajo de billetes que le tendió Raúl.


Sam sentía que se había quitado un peso de encima, pobre señor Raúl, ahora la maldición le caería a él, desechó esa idea sacudiendo la cabeza y riendo —Las maldiciones no existen —dijo para sí, metió una mano en el bolsillo, pero el dinero ya no estaba, lo había perdido, no podía creer en su mala suerte.


Sam se despertó con un sobresalto cuando escuchó el despertador, estiró el brazo para detenerlo, pero en lugar de sentir el plástico duro del despertador bajo sus dedos, sintió un metal frío y ovalado, su corazón le dió un vuelco. Se puso de pie de un salto y lo vio, el relicario estaba otra vez en la mesa de noche. Salió corriendo en dirección al río, seguro la manera de deshacerse de él era lanzándolo al agua, pero antes de hacerlo algo llamó su atención, una mujer mayor estaba recogiendo ramas al otro lado del río, Sam la reconoció, era la mujer del relicario, solo que ahora a su rostro lo surcaban decenas de arrugas, debían haber pasado al menos cuarenta años desde la foto. Ella sintió su mirada y lo miró, bajó la vista al relicario que tenía en las manos y sus ojos se abrieron tanto que en otro momento Sam lo habría encontrado gracioso, ella corrió y cuando se disponía a esconderse en una pequeña cabaña Sam la alcanzó y le cerró el paso.


—No me acerques ese relicario, por favor —sollozó la anciana, Sam se sintió culpable, desplazó su mano del bazo de la mujer a la mano de ella.


—No pretendo hacerte daño, solo quiero respuestas —dijo Sam con suavidad y la anciana sintió pena por él.


—El relicario ya no volvió a mí, me temo que ahora te pertenece y no puedes hacer nada para alejarlo, ya te habrás dado cuenta de que trae consigo una maldición, yo lo perdí todo, solo me quedó esta choza y el relicario.


—Pero no entiendo por qué tardaste tanto en deshacerte de él, ¿No se te había ocurrido antes? —le respondió Sam


—Yo no me deshice de él, nunca pude hacerlo. Lo intenté muchas veces, pero siempre volvía a aparecer. La única forma es que otra persona te lo quite y tú me lo robaste, pero descuida, no te guardo rencor, al contrario, estoy bastante agradecida. Lo lamento mucho por ti, pero yo ya sufrí bastante y además yo no te pedí que lo robaras —dijo la anciana, apretando suavemente la mano de Sam.


—Yo no lo robé, lo encontré en el río. Se le debió haber caído al ladrón. Pero entonces la maldición debió haberle caído a él y no a mi, cuando lo encontré tenía una foto de usted dentro —dijo Sam pensativo.


—Yo no puse mi foto adentro, mi foto apareció, supongo que la foto que tenga el relicario es a quien le pertenece, al ladrón no le pertenece porque no lo uso en su cuello ¿has abierto el relicario después de ponértelo?. —Sam sacó el relicario de su bolsillo mientras pensaba, no, no lo había vuelto a abrir. Se dispuso a abrir el relicario con manos temblorosas, su corazón se detuvo de la impresión, o al menos eso sintió él, en el lugar donde había estado la foto de la mujer estaba ahora una foto de él, una foto espeluznante porque nunca se la había tomado, pero ahí estaba, sonriéndole a su yo real.


—Lo siento, Cariño —dijo la anciana con tristeza en su mirada mientras le daba un suave apretón de manos.


-LilianaG




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Relato | El roba madres




Beatriz estaba animada con lo bien que le había quedado la fiesta de su hija de tres años a pesar de tener tan poco tiempo para prepararla, ya que se habían mudado a la nueva casa hace cinco días, se sentó y se quedó distraída mientras veía a sus sobrinos jugar en el castillo inflable que alquilaron para la ocasión, Beatriz los veía reír, pero no vio a Mia por ningún lado, buscó a su hija con la mirada, pero no estaba en el jardín, así que decidió ir a buscarla, se dirigió dentro de la casa y allí la vio, estaba de pie, sola, pero hablaba con alguien, Beatriz se acercó.

—¿Qué haces cariño? —preguntó Beatriz.

—Mami, Patty no quiere que vaya a jugar con mis primos —dijo la niña.

—Dile que es solo un rato, que cuando se vayan volverás a jugar con ella —dijo Beatriz, para seguirle el juego.

Mia obedeció a su madre y le habló a Patty como si realmente estuviera frente a ella, Beatriz miraba atónita con la facilidad que hablaba su hija a la nada.

Terminada la fiesta y cuando ya todos se habían marchado, Beatriz recogía y botaba en una bolsa de basura; platos, cubiertos plásticos, servilletas y papel de regalo.
Erick, su esposo, llegó para ayudarla, ya había dejado dormida a Mia en su cama.

—Estoy preocupada por Mia —dijo Beatriz.

—¿Por qué? ¿Qué tiene? —preguntó Erick.

Beatriz lo miró.

—Hoy la encontré hablando con alguien en la sala, pero estaba sola —dijo Beatriz. Erick sonrió.

—Tranquila, todos los niños tienen un amigo imaginario —dijo Erick.

—Yo no lo tuve ¿tú sí? —preguntó Beatriz.

—No —respondió Erick.

—Entonces no todos los niños tienen uno como tú dices —dijo Beatriz.

Beatriz y Erick se fueron a dormir.

A las tres de la mañana, Beatriz se despertó y se asustó al ver a Mia parada frente a ella observándola.

—Cariño, ¿qué haces despierta? —preguntó Beatriz.

—Patty no me deja dormir, quiere que juguemos —dijo Mia mientras se restregaba un ojo.

—Ven, duerme aquí, pero por esta noche.

La niña subió a la cama y entre su padre y su madre se durmió plácidamente.

* * * *

Los días pasaron y los problemas con Mia y su amiga imaginaria aumentaron. Ya Beatriz no aguantaba, su hija estaba fuera de control, se había vuelto mentirosa, hacía cosas y después culpaba a Patty, como arrojar comida al piso, romper y rayar los juguetes y las paredes, llegó hasta desordenar la habitación lanzando todo por la ventana hacia el jardín, cuando Beatriz se enojó la niña culpó a Patty y le dijo que lo hizo porque no quiso hablarle cuando le dijo que quería verla muerta, Beatriz sintió miedo por la salud mental de su hija.
De noche sentía que Mia entraba a la habitación y tocaba su rostro, al despertar no estaba, ella se levantaba para ir a la habitación de la niña y allí estaba en su cama dormida plácidamente.

Beatriz habló con Rebeca, su mejor amiga, sobre la amiga imaginaria de Mia y ella le sugirió que la llevara a un psicólogo infantil, pero que no tenía que preocuparse demasiado porque era normal en niños de esa edad, Beatriz pidió la cita para llevar a Mia.

Beatriz se despertó temprano, quería adelantar algunas cosas en la casa para ir al consultorio del doctor, ya Erick se había marchado al trabajo cuando Beatriz escuchó a su hija gritar, parecía discutir con alguien, ella se dirigió a la sala.

—¡MIA, YA BASTA! —gritó Beatriz.

—Patty me está molestando, no quiere que me lleves al psicólogo —dijo la niña.

—Por favor Mia, no sigas... ¿Al psicólogo? ¿Cómo sabes eso? —preguntó Beatriz.

—Patty me lo dijo —dijo la niña y Beatriz sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, algo estaba mal y no era su hija.

—Vamos a la casa de la abuela —dijo Beatriz.

—Patty se va a molestar conmigo —dijo Mia.

—No me importa, nos vamos —dijo Beatriz y la niña comenzó a llorar.

—No, no, no me lleves, se va a molestar, ya está furiosa conmigo —dijo Mia.




Beatriz de repente se quedó paralizada, algo horrible comenzó a salir por la pared, ella quería correr, pero no pudo, le fue imposible.

Mia vio con terror como Patty se llevó a su madre por la pared, gritó tanto que le dolía la garganta.

Erick vio que sonaba su teléfono, era Alfredo su vecino, al ver su nombre en el móvil se preocupó, ellos habían intercambiado sus números por sí había una emergencia en sus respectivas casas.

Cuando colgó corrió hacia allá, Erick iba temblando porque Alfredo le dijo que había escuchado gritos en su casa y llamó a la policía, le dijo que Mia se encontraba bien, eso lo tranquilizaba, pero… ¿y Beatriz? No había mencionado nada de ella, algo malo había pasado con su esposa porque de lo contrario le habría dicho que estaba bien.

Casi choca un par de veces por lo distraído y preocupado, sentía que su cabeza iba a estallar. Cuando llegó a su casa seguía allí la patrulla de policía, no le permitieron entrar hasta hacerle unas preguntas. 

—Papi, Patty se llevó a mami —dijo Mia.

La niña lo repetía constantemente, Erick estaba pálido, cuando la policía le preguntó sobre quién era esa Patty él no supo qué decir, le parecía una locura y ellos no le creerían.

—Es la amiga imaginaria de mi hija —dijo Erick y los dos policías se vieron incrédulos.

Nadie supo qué le había sucedido a Beatriz, Erick era el principal sospechoso de su desaparición, que él lo había planeado todo junto con su cómplice llamada Patty, pero no encontraron pruebas suficientes contra él, ni sobre la supuesta Cami, todos los amigos a los que se les pidió información dijeron que Erick sería incapaz de hacer algo malo a su esposa y con la declaración de Rebeca sobre la amiga imaginaria de Mía, tuvieron que dejarlo en libertad.

* * * *

Beatriz estaba en su casa, veía todo lo que sucedía, llamaba a Erick pidiendo ayuda, pero era inútil, él no podía escucharla, veía con tristeza a su familia porque quería abrazarlos, pero era imposible hacerlo, estaba allí sin poder decirles que los amaba.

Con los días Erick estaba demacrado, ella se sintió triste porque sabía que le dolía su ausencia, Mia estaba retraída y no sonreía, había perdido a su madre y eso la marcaría para siempre, eso le partió el corazón. En el lugar que estaba Beatriz sabía que no era la única allí, porque podía sentir que otras mujeres lloraban y se lamentaban, llamando a sus hijos.

Un día Beatriz vio con tristeza como Erick y Mia se mudaban de la casa, ella lloró desconsolada, se sintió morir.

Los días pasaron y la casa se mantuvo sola por un tiempo. Hasta que la puerta se abrió y entró una pareja, Beatriz vio como su captor, esa forma negra y horripilante salía de la pared, pero mientras lo hacía se convirtió en una hermosa niña.

—¿Cómo te llamas? —dijo una voz.

—Patty —respondió el monstruo.

—¡NOOOO! —gritó Beatriz al ver que hablaba con la hijita de los nuevos habitantes de la casa.



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Relato | Propósitos de Año Nuevo


Carol se sentó en su sofá favorito con una taza grande llena del vino que tendría que haber utilizado para la cena navideña, a su lado, en un taburete alto que utilizaba como mesa para colocar el control del televisor y alguna que otra taza y vaso, estaba la lista con sus propósitos de año nuevo. En la lista figuraban metas intrascendentes, metas que cualquiera pondría en su lista de propósitos de año nuevo, cómo "hacer ejercicio" "comer más sano". Pero al final Carol había escrito "decir sí", sin duda este propósito extrañaría a más de uno, pero para ella era muy simple, ella estaba consciente de que nunca se comprometía de verdad, constantemente decía que no a cualquier propuesta aunque en realidad quisiera decir que sí y nunca terminaba nada, bueno, esto no era del todo cierto, siempre se acababa el vino y la comida. Carol pensó que admitir que no estaba bien era un gran paso, su tendencia a decir "no" se había convertido en un problema, había rechazado propuestas de trabajo que mejorarían su estilo de vida significativamente. La última vez fue la semana pasada, Carol lo pensó algunos segundos y lo rechazó, era una gran oportunidad, pero ¿y si la rechazaban? No merecía la pena perder tiempo en una entrevista de trabajo para que la rechazaran. 
Su teléfono móvil sonó, sacándola de su ensoñación, lo sacó del bolsillo de su pantalón y vio quién la llamaba, era Julián, Julián era como un sueño hecho realidad, era guapo, inteligente y atento y lo mejor de todo era que se interesaba por ella. Carol dejó el teléfono sonar, después le mandaría un mensaje disculpándose e inventaría alguna excusa, pero vio la lista de propósitos en la mesa, no podía rechazar su llamada, ese sería el primer paso para rechazar y decir que no una y otra vez este año nuevo. 

—¡Feliz año, Carol! —gritó Julián al teléfono, al fondo se escuchaba música, risas y conversaciones 
—Feliz año, Julián. ¿Cómo la estás pasando? Parece que muy bien. —Carol intentó sonar animada, pero no lo estaba, estaba triste y se sentía muy sola, rechazó todas las invitaciones a fiestas y ahora, sentada en su sofá sola, escuchando el ruido de las fiestas de sus vecinos mientras ella veía una película navideña con una taza de vino en la mano se daba cuenta del error que había cometido.
—Lo único que me falta eres tú, Carol, anda, ven a la fiesta conmigo, te puedo pasar buscando ya mismo si me dices que sí. —Carol pensó que tendría que vestirse decentemente, peinarse y maquillarse, no, no tenía ganas de eso
—Hoy no puedo, Julián, disculpa. 
—Oh, bueno, será otro día, adiós. —colgó antes de que Carol se despidiera, no lo podía culpar, seguro ya se estaba cansando, al igual que todos sus amigos, volvió a ver la lista y se odió, lo había vuelto a hacer, se puso de pie y tomó la lista de sus propósitos para acto seguido arrugarla hasta dejarla reducida a una bola. 

Buscó su chaqueta, revisó su reflejo en el espejo y se aplastó el cabello con las manos —allá voy, Julián —dijo Carol sonriéndole a su reflejo. 

-LilianaG

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¡Bienvenidos a este mundo de relatos!


"Nadie puede volver atrás y comenzar de nuevo, pero cualquiera puede comenzar hoy mismo y hacer un nuevo final". María Robinson

¡Hola! ¿A quién no le gusta perseguir sus pasiones? La vida es una constante búsqueda de pasiones y sueños nuevos. Por eso creamos este Blog, para los que nos apasiona leer. Espero que nos acompañen en este camino y que disfruten de nuestros relatos.


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